domingo, 4 de septiembre de 2011

Un poema de Vanasco que contesta a Howl de Ginsberg

Es verdad que no son muchos los versos que puedo citar de memoria pero sin duda el inicio de "Aullido" (Howl) de Allen Ginsberg ocupa un lugar de privilegio en ese pequeño espacio. "He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas, histéricas, desnudas, arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de una dosis furiosa" (cito de memoria y al rato no aguanto más, me levanto y recurro a la vieja edición de CEAL que me acompaña desde que terminé el secundario para corregir mi recuerdo). Por tener ese recuerdo no pude dejar de sentirme invocado al encontrarme frente a "Hurra", un poema de Alberto Vanasco que se encuentra en su libro "Canto Rodado". Me llamó la atención el tono adversativo, de contestación, de respuesta generacional a un poema que no suele pasar inadvertido. Y no es para menos, Vanasco comienza diciendo: "Yo, por el contrario, he visto ...". Lo que se dice una respuesta. Menos pesimista y más vital, sin el reviente de la generación beat, con un título celebratorio y un final decididamente distinto: "inexorablemente inclinados hacia la vida".




Respetando el espíritu de este blog, que no es otro que el de compartir pequeños hallazgos con lectores, transcribo el poema entero de Alberto Vanasco.




HURRA por Alberto Vanasco


Yo, por el contrario, he visto a los mejores espíritus de mi generación salvarse milagrosamente de la locura y de la infamia, del alcohol y de las drogas, de la estupidez y del suicidio, del olvido y de la incertidumbre y de todas las otras plagas que de vez en cuando acaban con nosotros.


Los he visto salvarse entre el amor y el desprecio, entre el arrojo y la indiferencia, asidos al marxismo y al psicoanálisis, a las mujeres y a los libros, en noches inexplicables, en días velocísimos, esforzados en escuchar el latido apagado de la tierra, el estrépito de la sangre, las estridencias de los sueños.


Los he visto en plazas incendiadas, en los muelles abandonados aunque no para siempre, en las escalinatas del congreso, en Lavalle a la salida de los cines y en redacciones desvastadas; los he visto en sótanos repletos de humo y de palabras, en cuartos desmantelados y en celdas fraternales.


Los he visto salvarse de la soledad y del cinismo: pero pienso que si alguien se salva es para algo.


Los sigo viendo ahora, un poco pálidos de porvenir, cuadrados de mandíbulas, flacos de ocasiones, empedernidos en su tiempo, dura, inexorablemente inclinados hacia la vida.


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En: “Canto rodado”, Editorial Maldoror, Buenos Aires, 1962

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