lunes, 16 de mayo de 2011

Ray Bradbury y sus andanzas en el Planetario de Buenos Aires.


Anda dando vueltas un viejo reportaje, hecho en un programa de radio, donde Ray Bradbury cuenta que la primera edición de su libro "The Martian Chronicles" (Crónicas Marcianas) posee ciertos poderes especiales. Una boutade, una bravata publicitaria quizás, un acto de fe.
La cuestión es que Enrique Jan, arquitecto que diseñó el Planetario de Capital Federal, sí creyó en este poder y lo utilizó para beneficiar un proyecto suyo. Contaba con la primera edición del libro de Bradbury -una suerte de talismán- que le habían traído de regalo de Nueva York.





Su proyecto para el Planetario de Palermo era demasiado osado para la burocracia municipal. Parece ser que el primer boceto contaba sólo con la esfera apoyada sobre un pilar central. Jan alegaba influencias de Frank Lloyd Wright y un funcionalismo extremo. Ningún ingeniero, los que se encargan de poner en números los planteos de los arquitectos, creía que esa esfera podía mantenerse estable. Era un desafío abierto a una ley inexorable: la ley de gravedad. Ante las quejas Jan mostraba una seguridad inquebrantable y misteriosa a la vez. Confiaba plenamente en el éxito de su diseño pero no confesaba las razones de su optimismo desmedido.
Cuentan -y aquí entramos en un terreno conjetural- que Jan tomó su primera edición de "The Martian Chronicles" y la cortó en tres partes iguales con una guillotina, colocando cada una en un punto estratégico de la obra para cubrirlos luego con hormigón. Este era el recurso infalible para que el Planetario conservase su equilibrio. Ahora se entiende su mutismo: ningún ingeniero civil estaría dispuesto a creer en ese poder.
La versión que cuenta Gustavo Nielsen, en un suplemento RADAR del año 2006, se niega a creer que el libro haya sido guillotinado y aventura la posibilidad de que el libro entero se encuentre dentro de un falso parlante de la estructura de luz y sonido del planetario. Supongo que Ray Bradbury debe haber creído lo mismo. Lo que queda por contar parece darle la razón.

En el año 1997 Ray Bradbury visita la argentina y según cuentan se mostraba encantado con los agasajos y reconocimientos pero también algo distraído, como en otra cosa. Se interesó mucho por el espacio que había entre el casquete exterior y el revestimiento interior del Planetario. Le dijeron que era un espacio bastante húmedo e incómodo en el que sólo entraban los técnicos, y en caso de necesidad. La noche se llenó de gente que quería conocer a Bradbury y éste tuvo que dejar su interés arquitectónico para otro momento.
Parece ser que ante este panorama Bradbury pergeñó una charla con escritores jóvenes de Argentina para la noche siguiente y a realizarse, obviamente, en el Planetario. Como todo fue a las apuradas pocos escritores concurrieron, hecho que no pareción entristecer ni un poco a Bradbury sino todo lo contrario. Lentamente se fueron yendo uno a uno. El último en irse fue Gustavo Nielsen que a los 100 metros del lugar notó que había olvidado su campera. Al regresar se encuentra con un panorama muy extraño. Siente unos ruidos y la voz de Bradbury maldiciendo como si estuviese dentro de la cúpula. Nielsen se sube a un bote de basura y ve a un empleado suplicándole a Bradbury que salga de ese lugar que estaba reservado únicamente a los técnicos. En el piso había un par de paneles de aluminio, parte del revestimiento interior de la cúpula, que con la ayuda de un rebenque Ray Bradbury iba tirando al piso. Muerto de miedo -y apurado porque
una señorita lo esperaba afuera- ante un Bradbury desconocido e iracundo, Gustavo Nielsen se va sin siquiera mirar atrás.

Las incógnitas que deja este relato son varias y sin respuesta. ¿Buscaría Bradbury la primera edición de su libro porque se había quedado sin ningún ejemplar o porque creía firmemente en su poder? ¿Cómo se enteró de que el Planetario de Buenos Aires podía ser uno de los lugares que escondía su preciado libro? ¿Se hubiera caído el Planetario si Bradbury encontraba sulibro y se lo llevaba?
Poco importa encontrar estas respuestas. La visita de Bradbury dejó un regalo insospechado: una historia más para alimentar nuestra mitología vernácula.

MARCELO ROSSIA

1 comentario:

  1. Ey, es todo mentira. Lo inventé. La próxima linkeá a mi nota si es que vas a re-contar algo que yo escribí. Saludos.

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