lunes, 9 de enero de 2012

Carlos Chernov y su nueva novela: "El desalmado"

Hace unos cuantos años alguien me acercó "Anatomía humana" como quien pasa un secreto que quiere compartir. Leer esa novela -y disfrutarla así- me hizo querer conocer más de ese tal Chernov que me resultaba todo un desconocido. Buscando doy con "Amores brutales" y al leerlo -y disfrutarlo así- me digo: a este autor voy a seguirlo. Nunca me ha defraudado (quizás su punto más bajo sea "La conspiración china" pero así y todo está bien) y ahora sale su última novela (aunque escrita en 1997). Todavía no la leí y creo que es porque tengo la certeza de que voy a disfrutarla y después voy a necesitar más. Así que me mantengo en una larga "previa" leyendo entrevistas y críticas. De este modo encontré una bastante interesante publicada en el diario El PAÍS firmada por Carlos Roberto Morán que quise compartir en nuestro blog.

Sí, ya voy a leer la novela





LA FRONTERA DE LA QUE NO SE RETORNA


“No sabe cómo quisiera que la vida no se pareciera tanto a un sueño”, le dice Ricardo L’Heritier, protagonista de “El desalmado”, a una de sus potenciales víctimas en las páginas finales de la más reciente novela del argentino Carlos Chernov.


Un sueño, o en todo caso el símil de un sueño. Ocurre que Ricardo ha vivido en cierto modo soñando o, en todo caso, alejado de la realidad, colocándose una máscara tras otra. Máscaras que ha ido “quitando” a sus víctimas, a las que ultimó con la intención de apoderarse de sus almas porque él precisamente es (o se siente), un desalmado. Trata de encontrar en otros aquello que le falta, el alma –precisamente- para sentirse y saberse una criatura completa.


Desde “Amores brutales” (su primer libro de cuentos, de 1993), Chernov escribe sobre seres envueltos en miserias y delirios, ansiosos solitarios que buscan al otro de una manera inusual, muchas veces perversa, y que por sus devaneos, sus excesos, suelen provocar, producir, desdichas en derredor.


Ocurre con Ricardo, gemelo de Eduardo, nacido en el caluroso Chaco y salvado por un indígena curandero, el muy anciano pilagá Uro Uña. Se comenta en la novela que la creencia de los aborígenes es que cuando nacen gemelos uno de ellos no posee alma y como es imposible discernir quién es el que sufre ese mal, para evitar que se “endiable” matan a ambos.


Ricardo, que nació con una enfermedad desconocida que le producía una inmovilidad cercana a la muerte, fue salvado por el pilagá quien para eso fumó a fin de que el bebé tosiera. Cuando eso se produjo Uro Uña unió sus labios con los del recién nacido, aspiró profundamente y de esa manera lo volvió a la vida. Aunque de inmediato sostuvo que ese era el gemelo nacido sin alma.



EL JUEGO DE LA AMBIVALENCIA


Chernov juega con la ambivalencia, la ambigüedad de sus afirmaciones. Nunca se termina de saber si el “desalmado” que mata para robar almas ajenas es, efectivamente, un ser demoníaco o en su defecto un patético (también despiadado) asesino serial que apela a explicaciones paranoicas para justificar sus crímenes. En forma recurrente, el narrador argentino se ha referido al amor. Al amor por deseo, al amor por exceso, al amor por carencia, por ausencia.


“El amor siempre me despierta mucha curiosidad” –manifestó, hablando con María Luján Picabea y Guido Carelli Lynch, de “Ñ”, de Argentina, al recibir el premio La otra orilla por “El amante imperfecto”. Ampliando sus conceptos, el autor agregaba: “(El amor) es un fenómeno complejo y extraño, tanto por lo indispensable que resulta para conservarnos con vida como por los extremos de locura a los que nos puede arrastrar. Como normalmente el amor se mezcla en distintas proporciones con el odio, bajo el rótulo ‘amor’ se agrupan afectos de distinto orden, que van desde el altruismo, la generosidad y la sensualidad, hasta la posesión, los celos, el sadismo y la aniquilación del ser amado”.


Estos últimos conceptos pueden ser perfectamente aplicados a Ricardo y –de manera especial- respecto de la ambigua relación que mantiene con Eduardo, en quien se ve reflejado. Ambos, jóvenes y de buen pasar económico, han vivido una existencia armónica, podría decirse de pareja aunque haya estado ausente la relación sexual.


Sin embargo, mientras Eduardo se sumerge en los peligrosos caminos del juego y la droga, Ricardo –recibido de médico- comienza a buscar en las salas de guardia de los hospitales públicos a sus primeras víctimas. Esas acciones que al tiempo de excitarlo lo avergüenzan, van mutando su carácter, obligándolo a callar delitos y emociones y, en definitiva, a alejarse de su hermano.



UN HUMOR MUY PERSONAL

Chernov, quien sabe sacar partida a sus peculiares criaturas, apela a un humor muy personal, nunca totalmente explicitado pero casi siempre presente en sus textos. Humor punzante, que puede tornarse tan negro como feroz. Ocurre en las descripciones de los asesinatos perpetrados por Ricardo.


Este, aprovechando su condición de médico de guardia, mata a los enfermos agónicos, tras lo cual adopta algunas de sus costumbres. Así, luego de asesinar a un rumano se vuelve adicto a las cebollas y cuando le llega el turno de matar a una alcohólica él mismo comienza a emborracharse.


La novela se desarrolla con una cierta lentitud –un tanto innecesaria, porque le hace perder ritmo- pero el lector queda “enganchado” porque ante cada acción de Ricardo se pregunta cómo seguirá el relato y, más aún, de qué manera concluirá. En una primera parte todo gira en torno a las acciones de Ricardo y a la relación de los gemelos. En una segunda parte aparecerán, como personajes, la psicóloga Julia Bianco y el abogado Jaime Green Oviedo. Eso ocurrirá después que se dejen tener noticias de Eduardo y de un grave intento de suicidio de su gemelo, quien es declarado insano e internado en un manicomio.


El lector de la novela sabe qué ha ocurrido con Eduardo, dato esencial que no corresponde explicitar aquí, y que por cierto conoce Ricardo quien se encarga de escamotear toda información al respecto, mientras juega con el abogado, un trepador empobrecido que se vuelve su albacea, y con la psicóloga, hacia la que alberga sentimientos contradictorios.


Una visita al pilagá, quien demuestra tener temor hacia Ricardo, más la resolución final de la historia con un nuevo crimen, lleva al asesino serial a una conclusión que lo afirma en cuanto a “arrebatador” de almas, a tener una misión esencial en la vida. Pero Chernov nunca nos dejará totalmente en claro si estamos ante un ser sobrenatural o si, por lo contrario, el desvarío ha llevado a su personaje hacia la última frontera de la locura, de la que no se retorna.


Carlos Roberto Morán
Diario El País

lunes, 2 de enero de 2012

Una polémica sobre la piratería.

En estos días, a partir de una nota donde la escritora valenciana Lucía Etxebarría anunciaba que dejaría de escribir novelas por un tiempo debido a lo que sucede con la descarga de sus libros en formatos para "readers", comencé a pensar en las descargas que uno ha hecho en todos estos años. El sábado, el suplemento Radar (del diario Página/12), publica una respuesta de Hernán Casciari, escritor y editor de la revista Orsai. Es una polémica que me resulta interesante reproducir porque tiene que ver con un cambio que se está dando desde hace unos cuantos años (con el cine, la música, etc) pero al que el libro parece resistir. Veremos cómo sigue este debate y a medida que encuentre algún texto que complemente este post lo iré subiendo.





Primera parte: LUCÍA ETXEBARRÍA


"Dado que he comprobado que se han descargado más copias ilegales de mi novela que copias han sido compradas, anuncio oficialmente que no voy a volver a publicar libros en una temporada muy larga. No al menos hasta que esta situación se regule de alguna manera. A mí no me apetece pasarme tres años trabajando como una negra para esto". Así anuncia desde su Facebook la escritora Lucía Etxebarria la decisión de dejar de escribir, motivada por la piratería, tras haber publicado este año 'El contenido del silencio', que se vende por 20,90 euros y que su editorial, Planeta, califica de 'best seller' en su web. Un libro que salió a la venta, únicamente en versión de papel, el pasado 11 de noviembre.


"Si bien mi situación no es desesperada, ni mucho menos, tampoco es que pueda vivir del aire, ni que pueda seguir así el resto de mi vida. Empieza a ser hora de que me busque un trabajo", señala la escritora. Y a estas alturas de su vida cuenta que no ve compatible desempeñar un empleo, cuidar de su hija y entre tanto sacar tiempo para escribir. "No quiero llegar a casa derrengada y ponerme a escribir a partir de las ocho. Lo hice con veinticinco años. Entonces me sobraba energía y no tenía una hija. Ahora no me siento capaz de repetir el esquema. Y, sobre todo, no quiero regalar gratuitamente mi obra a gente que, precisamente, se permite dejar en mi muro unos comentarios tan desagradables como los que he leído", añade la escritora, que ganó en 1998 el Premio Nadal por 'Beatriz y los cuerpos celestes'.


Hace así referencia a críticas de algunos usuarios. Hay quien le acusa de intentar crear polémica para intentar aumentar las ventas. "Acabo de descargar el libro (aunque yo ya lo tenia comprado en papel) y está perfecto en cuanto a calidad...", le confiesa uno. Otros le animan con un "pues me lo voy a pedir para Reyes" y hay quien cuelga entre los comentarios links a páginas de descargas.


'"No quiero llegar a casa derrengada [de un trabajo] y ponerme a escribir a partir de las ocho. Lo hice con veinticinco años. Entonces me sobraba energía y no tenía una hija', explica.


"Los músicos pueden sobrevivir, dado que pueden tocar, pero los compositores que antaño cobraban exclusivamente por derechos de autor porque no son intérpretes (es decir, los que les escriben las canciones a Mónica Naranjo, Luz Casal, Fangoria, Malú, Marta Sánchez, o demás intérpretes que no componen sus temas) están empezando a tener problemas serios", señala la autora.


Etxebarria (Valencia, 1966) hace cuentas públicamente. "Yo cobro por copia vendida. Si se me da un adelanto de derechos de autor, se suele estimar en función de las copias que el pasado libro haya vendido. El último adelanto ha sido sensiblemente más bajo que el anterior, porque 'Lo Verdadero es un momento de lo falso' vendió menos de lo esperado. Eso sí, lo podéis descargar en internet en cinco minutos. Y por eso, precisamente, vendió tan poco".


Las reflexiones de la autora alcanzan también al funcionamiento del negocio editorial: "En teoría yo me recibo entre 2 y 2,9 euros por copia. Pero hay que descontar agente, hacienda y gestor. En bolsillo me llevo muchísimo menos, a veces un 5%, a veces menos. En papel me llevo 10% por libro vendido. En bolsillo, depende de los acuerdos. ¿ Qué por qué es así? Pues me encantaría que entrara un editor y lo explicara, porque yo no lo sé muy bien, pero nunca me han ofrecido más. Tampoco entiendo por qué el libro electrónico es tan caro, ni ningún editor me lo ha explicado tampoco hasta el día de hoy".


El libro electrónico, por cierto, aumenta en ventas cada año. Anualmente la industria del libro español mueve cerca de 4.000 millones de euros, el 0,7% del PIB, y da empleo a más de 30.000 personas, según los datos de un informe del Observatorio de la Lectura y el Libro. Es de esperar que 2011 y 2012 supongan un aumento de esas cifras, con la popularización de lectores y la llegada a España del gigante Amazon y los 'e-readers' convertidos en un regalo navideño en muchos hogares.


"A día de hoy no tengo la más mínima intención de ponerme a escribir otra novela, y mucho menos un guión de cine", reitera la escritora.


Y agrega: "El abogado me cobra mil euros por cada uno de los seis juicios a los que me he tenido que enfrentar este año por culpa, precisamente, de una historia que no hubiera sucedido si yo no escribiera y no me hubiera hecho famosa haciéndolo. El fontanero me ha cobrado doscientos euros por la reparación de la cañería. Movistar me ha cobrado mil seiscientos euros por una factura fantasma de cuyo importe quisiera no acordarme, pero me acuerdo. La comunidad de mi casa, tiene costes, el IBI lo pago, pago todos mis impuestos religiosamente, pago la comida de mi hija, sus libros, sus uniformes, mi comida. Y de algún lado tendré que sacar el dinero para hacerlo. Repito: Ni he heredado una fortuna, ni me casé con nadie de la realeza, ni a día de hoy tengo cuerpo como para que me paguen por mis servicios sexuales. ¿Es tan difícil de entender?".


Segunda Parte: HERNÁN CASCIARI


El contador de suscripciones anuales a la nueva revista Orsai acaba de llegar a mil. En nueve días, y sin noticias sobre los contenidos o la cantidad de páginas, mil lectores ya compraron las seis revistas del año próximo. Y eso que todos saben que habrá una versión en pdf, gratuita, el mismo día que cada revista llegue a sus casas. Repito: acabamos de vender seis mil revistas. Seiscientas sesenta y cinco por día. Veintiocho por hora.


Al mismo tiempo, una escritora española acaba de informar que dejará de publicar. “Dado que se han descargado más copias ilegales de mi novela que copias han sido compradas, anuncio que no voy a volver a publicar libros”, dijo ayer Lucía Etxebarría. La prensa tradicional se hizo eco de sus palabras y la industria editorial la arropó: “Pobrecita, miren lo que Internet les está haciendo a los autores”.


A nosotros nos ocurre lo mismo. Durante 2011 editamos cuatro revistas Orsai. Vendimos una media de siete mil ejemplares de cada una, y con ese dinero les pagamos (extremadamente bien) a todos los autores. Los pdf gratuitos de esas cuatro ediciones alcanzaron las seiscientas mil descargas o visualizaciones en Internet.


Vendimos siete mil, se descargaron seiscientas mil.


Si los casos de Lucía Etxebarría y de Orsai son idénticos, y ocurren en el mismo mercado cultural, ¿por qué a nosotros nos causan alegría esos números y a ella le provocan desazón?


La respuesta, quizá, es que se trata del mismo mercado pero no del mismo mundo.


Existe, cada vez más, un mundo flamante en el que el número de descargas virtuales y el número de ventas físicas se suma; sus autores dicen: “qué bueno, cuánta gente me lee”. Pero todavía pervive un mundo viejo en el que ambas cifras se restan; sus autores dicen: “qué espanto, cuánta gente no me compra”.


El viejo mundo se basa en control, contrato, exclusividad, confidencialidad, traba, representación y dividendo. Todo lo que ocurra por fuera de sus estándares, es cultura ilegal.


El mundo nuevo se basa en confianza, generosidad, libertad de acción, creatividad, pasión y entrega. Todo lo que ocurra por fuera y por dentro de sus parámetros es bueno, en tanto la gente disfrute con la cultura, pagando o sin pagar.


Dicho de otro modo: no es responsabilidad de los lectores que no pagan que Lucía sea pobre, sino del modo en que sus editores reparten las ganancias de los lectores que sí pagan. Mundo viejo, mundo nuevo. Hace un par de semanas viví un caso muy clarito de lo que ocurre cuando estos dos mundos se cruzan. Se lo voy a contar a Lucía, y a ustedes, porque es divertido:


me llama por teléfono una editora de Alfaguara (Grupo Santillana, Madrid); me dice que están preparando una Antología de la Crónica Latinoamericana Actual. Y que quieren un cuento mío que aparece en mi último libro, “un cuento que se llama tal y tal, que nos gusta mucho”.


Le digo que por supuesto, que agarre el cuento que quiera. Me dice que me enviará un mail para solicitar la autorización formal. Le digo que bueno.


A la semana me llega el mail, con un archivo adjunto:


“Estimado Hernán, te explico lo que te adelanté por teléfono: Alfaguara editará próximamente una antología de bla bla bla cuya selección y prólogo está a cargo de Fulanito de Tal. El ha querido incluir tu cuento Equis. Si estás de acuerdo con el contrato que te adjunto, envíame dos copias en papel con todas las páginas firmadas a la siguiente dirección” (y pone la dirección de Prisa Ediciones, Alfaguara).


Abro el archivo adjunto, leo el contrato. Me fascina la lectura de contratos del mundo viejo. No se molestan en lo más mínimo en disfrazar sus corbatas.


Al cuento que me piden lo llaman “La aportación”. En la cláusula 4 dice que “el editor podrá efectuar cuantas ediciones estime convenientes hasta un máximo de cien mil (100.000)”. En la cláusula 5, ponen: “Como remuneración por la cesión de derechos de ‘La aportación’, el editor abonará al autor cien euros (¿100?) brutos, sobre la que se girarán los impuestos y se practicarán las retenciones que correspondan”.


Pensé en los otros autores que componen la antología, los que seguramente sí firman contratos así. Cien euros menos impuestos y retenciones son sesenta y tres euros, y a eso hay que quitarle el quince por ciento que se lleva el agente o representante (todos tienen uno), o sea que al autor le quedan cincuenta y tres euros limpios. No importa que la editorial venda dos mil libros o cien mil libros. El autor siempre se llevará cincuenta y tres euros. ¿Firmará Lucía Etxebarría contratos así?


Esa misma tarde le respondí el mail a la editora de Alfaguara:


“Hola Laura, el cuento que querés aparece en mi último libro, que se distribuye bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento 3.0 Unported, que es la más generosa. Es decir, podés compartir, copiar, distribuir, ejecutar, hacer obras derivadas e incluso usos comerciales de cualquiera de los cuentos, siempre que digas quién es el autor. Te regalo el texto para que hagas con él lo que quieras, y que sirva este mail como comprobante. Pero no puedo firmar esa porquería legal espantosa. Un beso.”


La respuesta llegó unos días después; ya no era ella la que me hablaba, sino otra persona:


“Hernán: entendemos esto, pero el departamento legal necesita que firmes el contrato para que no tengamos problemas en el futuro. ¡Saludos!”


Y ya no respondí más nada. ¿Para qué seguir la cadena de mails?


La anécdota es esa, no es gran cosa. Pero quiero decir, al narrarla, que no hay que luchar contra el mundo viejo, ni siquiera hay que debatir con él. Hay que dejarlo morir en paz, sin molestarlo. No tenemos que ver al mundo viejo como aquel padre castrador que fue en sus buenos tiempos, sino como un abuelito con Alzheimer.


–¿Me das eso? –dice el abuelito.

–Sí, abuelo, tomá.

–No, así no. Firmame este papel donde decís que me das eso y yo a cambio te escupo.

–No hace falta, abuelo, te lo doy. Es gratis.

–¡Necesito que me firmes este papel, no lo puedo aceptar gratis!

–¿Pero por qué, abuelo?

–Porque si no te cago de alguna manera, no soy feliz.

–Bueno, abuelo, otro día hablamos... Te quiero mucho.


Y de verdad lo queremos mucho al abuelo. Hace veinte, treinta años, ese hombre que ahora está gagá, nos enseñó a leer, puso libros hermosos en nuestras manos.


No hay que debatir con él, porque gastaríamos energía en el lugar incorrecto. Hay que usar esa energía para hacer libros y revistas de otra manera; hay que volver a apasionarse con leer y escribir; hay que defender a muerte la cultura para que no esté en manos de abuelos gagá. Pero no hay que perder el tiempo luchando contra el abuelo. Tenemos que hablar únicamente con nuestros lectores.


Lucía: tenés un montón de lectores. Sos una escritora con suerte. El demonio no son tus lectores; ni los que compran tus novelas ni los que se descargan tus historias de la red.


No hay demonios, en realidad. Lo que hay son dos mundos. Dos maneras diferentes de hacer las cosas.


Está en vos, en nosotros, en cada autor, seguir firmando contratos absurdos con viejos dementes, o empezar a escribir una historia nueva y que la pueda leer todo el mundo.