miércoles, 3 de agosto de 2011

Con rock no es lo mismo


Esta semana invitamos a Juan Cruz Revello, uno amigo prolífico y generoso, a compartir un nuevo texto para nuestro blog. Ojalá lo disfruten tanto como nosotros.



Con rock no es lo mismo
por Juan Cruz Revello

De repente sintió un cosquilleo tremendo en los pies. Un batallón de bichos con pelos pequeños en las patas (muchas patas) caminando velozmente por el interior del pie derecho. Inconsciente comprime los dedos bien fuerte contra la planta, aguanta unos segundos y los endereza. Así unas cuantas veces, hasta que esos bichos de mierda se van. Y pasan al otro pie. El mismo mecanismo. Mientras, sigue corriendo, quiere alcanzar a alguien o algo, no recuerda bien. Pero sí sabe que estaba a punto de entrar a la disquería cuando el sonido de la música que venía de adentro lo hizo volar hacia atrás como unos diez metros. Con la cabeza rompió la estructura de chapa del kiosco de diarios y revistas, mientras el que atendía le pegaba con un diario del domingo bien fuerte en la panza. Se levantó del piso y no tenía nada, ni un rasguño. Justo los bichos se habían calmado, pero en la rodilla sentía una montaña de piedras haciéndole presión interna. Así se acuerda que empezó a correr y la música lo sigue, esta en todos lados. En la peatonal, en las calles, en las plazas. Se mete en el monumento a la bandera, sube hasta arriba de todo. Tanto en las escaleras como en el ascensor esta la música. Bien fuerte. Baja, cruza la calle y los autos le tocan bocina porque casi lo chocan. Sigue corriendo y otra vez esos bichos de mierda caminando a full por el interior del pie. Contrae y expande los dedos mientras sigue corriendo, para ver si se pueden ir otra vez. Se toca la cabeza, parece que tiene bichos ahí también, o le duele el golpe contra el kiosco de diarios. También se vuelve a tocar la rodilla. La música ya no la escucha. Decide volver a la disquería, y al entrar, otra vez arranca; un poco distinta, pero algo reconocía en las guitarras y las voces. La secuencia no es la misma. Esta vez cae de rodillas en la calle detrás de un volquete para dejar la basura. Tampoco tiene nada, ninguna marca exterior, pero le molestan las piedras en la rodilla. Sigue corriendo, una, dos, tres, cuatro cuadras y de repente no hay nada en ningún lado. Todo es blanco. Todo blanco. Esta sonando mucho el bajo y por detrás, casi tímida entra la guitarra. Reconoce la canción. La escuchó ya muchas veces. Es “War Pigs” de Black Sabbath. No le da miedo ni ahí, Ozzy no lo asusta, más bien le parece un payaso en el sentido más despectivo del término. Ahora están él y Ozzy, frente a frente, y alrededor todo blanco. Le pega una piña fantástica a Ozzy y comienza a sangrar arriba del ojo. Ozzy se toca, mira su propia sangre en su mano y se pone a llorar. Ozzy llora como un nene al que no le quieren comprar algo en el kiosco. Tiene un llanto agudo, infinito, y sin embargo funciona como un arreglo del tema que sigue su curso como si nada estuviese pasando. Ahora para la canción y lo que era blanco se llena de tribunas y de gente enfervorizada que grita ¡¡¡Ozzy!!! ¡¡¡Ozzy!!!. Y Ozzy llora desconsoladamente. Le sigue pegando, cada vez más fuerte, cada vez más, mientras le grita “Ozzy cabrón, grandote y llorón”. Y otra vez los bichos en los pies. Esta vez en los dos al mismo tiempo. Contrae y estira, contrae y estira. Se van, y vuelven las piedras a la rodilla. Siente un fuerte dolor en su cuello y desenrosca el cable. Sigue corriendo, parece que la pelea terminó, volvió la gente a la calle y los árboles tienen color. Frena para cruzar, pasa un colectivo y se cae el disc-man. El ruido lo despierta, se toca la rodilla, intenta caminar y le cuesta, todavía tiene los pies dormidos. Como puede va a la heladera, saca agua bien fría y toma desesperadamente. No le alcanza la botellita de Gatorade de medio litro, y toma otra. Y otra. No las vuelve a llenar, algo que lamentará un rato más tarde. Las deja a las tres abiertas arriba de la mesa. Piensa en la plata que gastó esa noche y que los sueños que se sueñan escuchando rock tendrían que ser interpretados aparte. “Con rock no es lo mismo”, dice en voz baja, apenas si se escucha él. Antes de volver a la cama cambia el cd. Al tercer tema de ‘Kid A’ de Radiohead esta llorando en el medio de una masa de cemento sólo y con frío. Otra vez los bichos. Otra vez la rodilla.

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